miércoles, 21 de marzo de 2012

Encíclica Sacerdotalis Caelibatus

Carta Encíclica

SACERDOTALIS CAELIBATUS



de Su Santidad Alejandro IX
Siervo de los Siervos de Dios



El celibato sacerdotal es una bendición que Dios concedió muy especialmente a la Iglesia Latina, pero con la que también, ha premiado en las Iglesias de Rito Oriental. Puesto que Nos, Alejandro IX, Vicario de Cristo, tenemos del deber de preservar la Sana Doctrina y la Recta Moral, y puesto que desde hace algún tiempo a esta parte algunos han propuesto que el celibato sea optativo hemos consultado a los Reverendos Padres reunidos en el II Sínodo de Mar del Plata.

En la Villa de Mar del Plata, los Padres Sinodales reafirmaron la disciplina tradicional que hemos aprendido de nuestros mayores y expresaron su entera confianza en que Nos, Sumo Pontífice de la Iglesia, Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana podríamos proveer lo mejor para todos los fieles. Importante fueron las intervenciones a favor del celibato sacerdotal, pero los padres, escucharon con mucha atención a los representantes de los ritos orientales, dónde el mismo no es disciplina obligatoria. Los Padres Sinadales reunidos, entregaron a Nos un informe donde exponían las ventajas y desventajas del celibato administrativo y, nuevamente, depositaban en Nos la decisión de innovar o no al respecto.

Puesto que allí donde recientemente el celibato fue optativo la Iglesia no ha florecido, sino que se han producido ciertas relajaciones y movimientos subversivos, algunos de los cuales terminaron en cismas, Nos, Alejandro IX, Siervo de los Siervos de Dios, decretamos y establecemos que en la Iglesia Latina siempre y de forma absoluta los sacerdotes serán elegidos de entre los hombres que mantengan el celibato y se considerará nulo el matrimonio contraído por un clérigo. Respecto a las Iglesias Orientales, y a fin de que no provocar un desgarramiento, ni escándalo, Nos, por la autoridad del Beatísimo Pedro ordenamos que se mantenga la disciplina, pero que no deje de predicarse que el estado de celibato es el más perfecto para servir a Dios.


Con Nuestra Bendición Apostólica
Alejandro IX, Siervo de los Siervos de Dios
Dado en Villa María,
A los 21 días del mes de marzo del año MMXII de la Encarnación.
III de Nuestro Pontificado.

sábado, 17 de marzo de 2012

Encíclica Gravissima mala sunt, sobre el crimen de la homosexualidad


Carta Encíclica 

GRAVISSIMA MALA SUNT


de 
Su Santidad Alejandro IX
Siervo de los Siervos de Dios

Sobre el pecado de la homosexualidad y el justo castigo de Dios





Muy graves son los males que aquejan al mundo que la Iglesia no puede permanecer muda ante ellos. Es por eso que El II Sínodo de Mar del Plata hizo mención especifica de estas calamidades como una señal de la Ira de Dios, y Nos, Vicario de Cristo y Pastor Supremo de la Iglesia Militante tenemos el deber y la obligación de buscar los medios para la aplicación de las medidas que el Sínodo, convocado y congregado por Nuestra Autoridad se lleven adelante.

Es por ello que hemos decidido comenzar por el mayor problema moral de nuestra época: la homosexualidad. Si bien la doctrina de la Iglesia Católica fue siempre la misma, desde hace muchos años se infiltró bajo la idea de «tolerancia» la herejía de que los inmorales practicantes de ese horrendo vicio y pecado tenían derecho a un cuidado pastoral especial e incluso, ser aceptados en la Iglesia como hijos de Dios. ¿Cómo puede considerarse semejante cosa cuando ellos mismos rechazan al Creador de Todo y se sumergen en el estiercol de su propia corrupción? ¿Cómo tolerar a quienes destrozan nuestra sociedad y mancillan lo poco que queda de Santo en el Mundo? ¿Que tipo de amor podemos tener sobre los que practican un crimen por el que Dios, Nuestro Señor clama sangre?

Nos, por Nuestra Autoridad Apostólica declaramos que es absolutamente falso que la homosexualidad pueda ser considerada una enfermedad y por lo tanto, los infames pecadores contra la naturaleza ser exculpados por su conducta viciosa y bestial. De la misma manera declaramos ser falso que ellos merezcan cualesquier consideración de la Iglesia, sus fieles o sus pastores que no sea la de las oraciones privadas por su conversión. Antes bien, ordenamos y establecemos que aquellas personas que se sepa sean públicos pecadores, viciosos homosexuales sean alejados de nuestros templos, capillas, centros de oración, etc., salvo que hagan pública enmienda y promesa de alejarse de tan nefasto mal que incita la ira de Dios. Porque de la misma manera que la Iglesia ha castigado el aborto con la excomunión, Nos, Alejandro IX, Siervo de los Siervos de Dios decretamos que sean penados con la privación absoluta de la comunión de todos los homosexuales, sea cuales sean los títulos que estos mismos se arroguen, y de la misma manera, que sean privados de los sacramentos todos quienes colabores con ellos o los defiendan públicamente.

Corresponde, tal como acordáramos en el II Sínodo de Mar del Plata, a los Reverendos Obispos la vigilancia extrema de las diócesis, a fin de detectar a los posibles homosexuales, y a los sacerdotes separar de las comunidades a los infiltrados entre los fieles. Ordenamos que se hagan listas con los nombres de los mismos y que éstas sirvan para vigilancia de los sacerdotes y que las mismas circulen entre los clérgos a fin de evitar que los infames viciosos y degenerados se acerquen a nuestros Templos, Escuelas, Monasterios, Centros de Misas o cualesquier lugar de culto salvo para hacer pública enmienda y reparación de sus actos.

Nos, Alejandro IX, Siervo de los Siervos de Dios recordamos que los homosexuales deben ser amonestados públicamente y los fieles deben abstenerse a tener cualesquier contacto con los enemigos del Orden por Dios querido, incluso si se tratase de familiares o amigos. Confiamos en que las continuas oraciones a Dios Omnipotente darán a estas personas, reducidas a bestias la luz suficiente para alejarse de su pecado y volver al camino de Dios.


Con Nuestra Bendición Apostólica,
Alejandro IX, Siervo de los Siervos de Dios
Dado en Villa María,
A los 17 días del mes de marzo del año MMXII de la Encarnación.
III de Nuestro Pontificado.

Declaración Post-Sinodal sobre los crimenes contra la naturaleza

DECLARACIÓN POST-SINODAL

DE SU SANTIDAD ALEJANDRO IX
Siervo de los Siervos de Dios

SOBRE LOS CRÍMENES CONTRA LA NATURALEZA Y EL ORDEN DE DIOS Y LAS CONSECUENCIAS DE ESTOS.






Iluminados por la Gracia de Dios, Nos, Alejandro IX, Siervo de los Siervos de Dios, en virtud de Nuestro Altísimo Cargo convocamos a este II Sínodo de Mar del Plata a fin de oír a los obispos, legítimos pastores de la Iglesia de Dios sobre los problemas pastorales que existen en la actualidad. Los Padres Sinodales han elevado sus referencias a las calamidades y catástrofes que se han propagado por todo el mundo: terremotos, maremotos, tornados y epidemias entre otros. Los fieles recurren a los obispos y éstos, llamados por Nos, Vicario de Cristo, tenemos la obligación de dar una respuesta positiva e indicar la manera de actuar ante estas calamidades.

¿Cómo enfrentar entonces las catástrofes que se arremeten contra el mundo si no es como un signo de Dios? Las epidemias que hoy azotan a la humanidad son una señal que Dios nos envía para recordarnos que somos mortales, que nuestros cuerpos son frágiles y que, al desviarnos de la Senda Recta que él ha marcado como la correcta, somos merecedores de la ira. Lejos debe estar de nosotros culpar a Dios por las muertes, como hacen los incrédulos y los perdidos, antes bien, debemos agradecer a Dios, temerle y rogar que tenga a bien elevarnos de nuestro miserable estado para poder contemplarle cara a cara.

Los Padres Sinodales, junto con Nos, ha reafirmado como verdad católica y como signo de labor pastoral que es necesario despreciar el cuerpo, frágil envoltura del Alma. No tememos por el cuerpo, antes bien, tememos por nuestra alma, porque hay Uno que puede salvarla, pero también puede arrojarla al fuego inextinguible. Vemos los sufrimientos del cuerpo como un castigo o una prueba de Dios que debemos llevar como una penitencia por nuestros pecados.

Enfermedades terribles hoy destruyen miles de vidas, es cierto, pero ¿Que vidas merecen ser vividas en estas circunstancias. Las enfermedades de transmisión sexual son el mejor ejemplo. Quienes las padecen son merecedores de los castigos más horrendos. La ira de Dios contra ellos es justísima, ya que son víctimas de sus propios vicios y sus corruptas almas, alejadas de Dios, expresan en su cuerpo el horror del pecado. Ninguno que padezca estas enfermedades, adquiridas por la caída en los placeres sensuales puede ser considerado inocente, al contrario, su culpa es manifiesta, de la misma manera que las autoridades estatales que no los separan de la sociedad y no arbitran los medios para erradicar el degenerante modo de vivir de muchos. El Estado moderno, alejado de la Gracia de Dios, elevado y construido sobre los ideales miserables de la usura y las falsas libertades masónicas trata de imponer a todos los hombres su corrupción, pero algunos, unos pocos, los miembros de la Iglesia resisten, combaten y denuncian estos males.

Quizás, el mayor de todos estos males sea la homosexualidad, el pecado más abominable que reduce al hombre a una bestia, menos que un animal. El II Sínodo de Mar del Plata repudió aquella tesis según la cual la Iglesia condena al pecado y no al pecador, puesto que pecado y pecador son la misma cosa. El Pecador, alejado de la Gracia de Dios todo él es pecado y siervo del Demonio, salvo si Dios, por su infinita bondad decide salvarlo.

Es una verdad que debe ser creída y mantenida que los homosexuales han desfigurado a nuestra sociedad. Se infiltraron en la Iglesia mucho antes que el Conciliabulo Vaticano II y no se detuvieron hasta esparcir su veneno y maldad. El dolor y el horror de sus acciones reclama hoy, tanto como ayer la sangre.

Entre las enfermedades más graves y de mas amplia propagación se encuentran las de transmisión sexual. El mundo y sus amantes, todos hijos del demonio reclaman a la Iglesia la tolerancia en el uso de los condones, so color de evitar que se propaguen enfermedades como el SIDA, sífilis o formas de la Hepatitis. ¿Puede acaso la Iglesia consentir el pecado para evitar que la ira de Dios y el justo castigo afecta a los contaminados con el Vicio? Todo lo contrario. Corresponde a la Iglesia la misión de predicar contra los males, especialmente los males modernos. La promiscuidad es uno de esos males, la lujuria el pecado del Siglo.

La Santa Iglesia, congregada para reafirmar su tarea pastoral en el II Sínodo de Mar del Plata reafirma que es un grave pecado contra la naturaleza el promocionar el uso del preservativo o condón. Antes bien, los pastores están obligados a predicar la abstinencia y la castidad según el estado de cada cual. Nos, reafirmamos que los obispos tienen la obligación de instruir a los fieles, así como los sacerdotes en cada sermón sobre el rechazo absoluto de la Santa Iglesia Católica respecto al denominado «sexo seguro». Debe ser erradicada de entre nuestros fieles la horrible idea de «libertad sexual».

El Sínodo ha facultado a los sacerdotes a retener la absolución a todos aquellos que sean incontinentes. Debe rechazarse de manera absoluta que la homosexualidad es una enfermedad, al contrario, es un pecado y como tal una desviación de la Ley y el Orden de Dios, una rebelión contra el Espíritu Santo, una profanación contra la creación, de una gravedad tan grande que, justamente, Dios reclama el derramamiento de sangre por ella. El Santo Padre ha llamado, según la tradición a la homosexualidad como «vicio abominable», el «pecado innombrable», la «monstruosidad del Siglo».

El Sínodo reafirmó que la homosexualidad es un mal que debe ser combatido y erradicado. Es por ello que la homosexualidad será castigada con la excomunión y quienes la hayan practicado no podrán acercarse al Altar ni recibirán ninguna gracia de la Iglesia a la que insultan y desprecian, como insultan y desprecian a Dios con sus abominaciones.

Prueba de la gravedad de este mal es que el Señor envió grandes enfermedades y epidemias que afectaban a estos infames pecadores. Pero la lujuria, el vicio y la locura hicieron que estas epidemias, señales de la Ira del Señor afectara a otros... a unos Dios los castigó, a otros los probó. Quienes fueron castigados merecían el sufrimiento, quienes fueron probados encontrarán en el Cielo su recompensa. Pero ¿Y aquellos que permitieron o toleraron estos males? ¿Que debe hacer la Iglesia ante el peligro de la homosexualidad? La Iglesia debe erradicar el vicio y el pecado, especialmente cuando es de una gravedad tan importante como la homosexualidad.

Para cortar estos males desde el origen, corresponde a los padres de los jóvenes castigar a sus hijos si notan en ellos desviaciones de ese talante, a los sacerdotes amonestar paternalmente, pero con dureza si descubren entre los fieles a quienes caen en el pecado innombrable. Los obispos tienen la obligación de excomulgar a los homosexuales públicos y manifiestos e incluso publicar sus nombres a fin de que no puedan acceder a los sacramentos hasta que realicen una debida penitencia pública, y aún así, el Sínodo recomienda que a éstos se les prohíba el acceso a la comunión hasta que no exista duda alguna de un absoluto rechazo a los vicios en los que han caído.
Sin embargo, en caso de que alguien que participó en una unión civil con otra persona de su mismo sexo o que convivió en pecado con otro homosexual, la Iglesia manda que éste no sea reincorporado a la vida común de los fieles y que sólo en caso de peligro de muerte se le de la absolución de sus pecados.

Finalmente, si ocurriera (y Dios no lo permita) que entre los ordenados hubiera homosexuales, los obispos tienen la obligación de actuar de forma inmediata, separándoles del ministerio y solicitando a la Curia el consejo respecto a estos degenerados. Para ellos no puede haber contemplaciones ni piedad. Los clérigos deben ser perfectos, no afectados por ningún vicio en señal de su unión con Cristo. Si entre ellos hay degenerados, amorales, infames o cualesquier tipo de abominables adoradores del Demonio y sus tentaciones, los mismos deben ser expulsados del Cuerpo Místico de Cristo de manera formal y pública, porque ya lo fueron con el sólo cometido de su abominación. Los clérigos homosexuales deben ser excomulgados y sus nombres deben ser públicos, advirtiendo a los fieles. Sus nombres serán prohibidos y quedarán excluidos de las oraciones públicas de la Iglesia.

Para concluir, es necesario que la Iglesia y sus fieles se esfuercen para evitar que en los Estados se promueva la homosexualidad. Deben causar admiración aquellos países de infieles donde no se tolera este mal e incluso es penado con la muerte. El II Sínodo de Mar del Plata y el Santo Padre Alejandro IX, concluyen en el deber de los fieles católicos en formar estados católicos donde la homosexualidad y todas las aberraciones sean penadas por la ley.

domingo, 11 de marzo de 2012

Sermón de su SS Alejandro IX comentando el II Sínodo de Mar del Plata

En el día de hoy, El Papa Alejandro IX pronunció la homilía comentando a los fieles presentes los acontecimientos del II Sínodo de Mar del Plata.


Queridos hermanos.

Es un gran motivo de alegría poder dirigirnos a todos ustedes en este día tan especial. Debo informarles que no meditaremos hoy sobre el Evangelio, sino que, omo bien sabéis, es el primer domingo desde la clausura del II Sínodo de Mar del Plata y es necesario que hagamos un informe a ustedes sobre lo que allí ocurrió.
La reunión sinodal que, por la Gracia de Dios presidimos ha sido mucho más larga de lo que esperábamos, es cierto, pero también confiamos que sea más fructífera. Como en toda reunión de este tipo existieron acalorados debates que se prolongaron en varias sesiones, posiciones encontradas e importantes discusiones demostraron a todos los presentes que estamos viviendo una época de grandes transformaciones, donde la Tradición Católica debe encontrar la manera de poder luchar contra el modernismo que ha triunfado en la sociedad moderna.
Si algo ha quedado claro en el II Sínodo de Mar del Plata es que no podemos volver simplemente al modelo eclesial de 1958. Entre los tradicionalistas ese es el sueño. ¿Qué buen católico no esperaría que el Vaticano II fuera simplemente una pesadilla? ¿A quién lo gustaría ir a la parroquia del barrio y recibir los sacramentos en la liturgia de siempre, el catecismo en el magisterio de siempre? Pero las cosas son muy diferentes y es por ello que el Sínodo ha discutido especialmente sobre eclesiología y sobre pastoral.
Quisiéramos, hacer una pequeña crónica sobre el Sínodo.

Congregados en el Espíritu Santo, los Padres Sinodales y Nos, invocamos la protección de Dios Omnipotente para nuestra reunión. Lo primero que se realizó fue un abierto estado de la cuestión sobre la situación en la que se encontraban las diócesis y parroquias representadas, así también como la lectura de los informes provenientes de aquellas jurisdicciones que no podían estar presentes. Con los Padres Sinodales oímos sobre la situación, siempre dificultosa de la Iglesia en este mundo moderno. Los grandes progresos en el Brasil contrastan con la situación que vivimos en Centroamérica y en algunas regiones de Europa. Conclusiones preliminares ¿Se puede decir que fracasamos? No lo creemos. Lo que podemos creer es que el modelo de expansión no ha sido el mejor. Precisamente en aquellos lugares donde se fundaron parroquias rápidamente, en aquellos lugares donde un grupo se convirtió en masa a la Fe verdadera, donde una congregación herética o cismática pasó a la Iglesia de Dios es donde, por paradójico que parezca tuvimos mayor cantidad de problemas. El objetivo de estas congregaciones que venían a la Fe no era siempre expandir el Evangelio, sino mantener su propia estructura. En cambio, allí donde el celo estaba puesto en el Apostolado la Iglesia floreció. También notamos que la búsqueda del edificio no siempre coincidió con el de la Iglesia. En Alemania tenemos hermosos templos vacíos, pero también los fieles se reúnen y reciben los sacramentos en alguna casa particular o a lo sumo en una capilla muy humilde... con más éxito que en un templo grande y bonito. Vamos a la realidad: el factor distancia es importante.
En Brasil, según nos informó el Catolicós Makarios el modelo de la «Home Church» y de la misión ha sido una clave de éxito. La carta que el Patriarca de los Sirio-Malankara y Primado del Brasil enviara fue de gran ayuda. En efecto, la Iglesia del Brasil (bendita por Dios, querida por la Santísima Virgen) ha tenido un crecimiento espectacular. Periodicamente recibimos información sobre nuevos sacerdotes, postulaciones para las sagradas órdenes, conversiones masivas. ¿Cómo puede ser esto real? el Cardenal Emilio Javier de la Compasión lo explicó:

«Nadie puede dudar del poder del Altísimo, quien es fiel en lo poco es fiel en lo mucho, quien peca y se arrepiente y trabaja por la obra de Dios es recompensado, allí está el camino de la Iglesia Sirio-Malankara. Mientras algunos de nosotros por años estábamos discutiendo acuerdos con congregaciones a fin de incorporar sacerdotes, Makarios formó sus propios sacerdotes con celo evangélico.»

Las palabras del Cardenal Secretario de Estado fueron seguidas por las del Cardenal Paloupos y el Cardenal Blackhill quienes insistieron en la función misionera de la Iglesia. La fundación de monasterios donde se formen misioneros, donde la vida contemplativa esté en perfecta comunión con la vida apostólica es fue y será siempre el gran don de la Iglesia, afirmó el Cardenal Papaloupos que llegó, precisamente para informar sobre las misiones en Oriente. Él, gran misionero, ha fundado varios monasterios en Siria, Jordania, Arabia e Irak. Su campaña no fue agresiva, pero fue eficiente. También nos contó de la persecución en Iraq y en Irán y pidió ayuda para estos fieles y sacerdotes.


Lo segundo que se discutió fue la revisión del modelo de incorporación de clérigos. Todos recordamos aquella época, casi dorada según creíamos en la cual recibíamos correspondencia de lugares muy distante. Sacerdotes y obispos, a veces por decenas nos pedían ingresar a la Iglesia. Les informábamos sobre nosotros, sobre nuestra estructura, sobre la Restauración de la Silla Apostólica y ellos respondían con alegría. Pero... pero... muchos nos abandonaban al poco tiempo. La herida más reciente fue la de los Palmarianos, quienes se infiltraron y reorganizaron su secta y su herejía, expandiéndose como un veneno por España, renovados en su locura y utilizando Nuestro Nombre y nuestros recursos. Las medidas que aplicamos sirvieron para que estos herejes se fueran, para que aquellos que realmente se convirtieron permanecieran fuertes en la fe. ¿Y los fieles? Porque si algo se perjudicó fue el alma de muchísimos fieles a quienes ellos atendían, muy especialmente en España, fieles mismos que no dudaron un segundo en ir tras los palmarianos tras su excomunión.
Hemos revisado con mucho cuidado el ingreso de sacerdotes ordenados fuera de la Iglesia. El proceso es más complejo, pero es más seguro y más conforme con la Tradición, a fin de que los pecadores no inciten más la ira de Dios y con ellos arrastren a los más debiles.
Finalmente, esto nos lleva al tercer tema: la reforma del Código de Derecho Canónico. La comisión que redactará el nuevo Código está trabajando desde hace un tiempo. El nuevo código remplazará al anterior y se ajusta a nuestras necesidades y a nuestro tiempo.
Hubo también otros temas: Misas, disciplinas, revisión de los seminarios, discutimos sobre las mejores maneras de formar sacerdotes nuevos... todo esto, queridos fieles y amigos pronto sera publicado.
No queríamos que pasara un domingo más sin que supieran todos cuales fueron los principales temas a discutir en el II Sínodo de Mar del Plata.
Pedimos a todos ustedes que no cesen de orar a Nuestro Señor porque estas metas se cumplan y que en muy poco tiempo, podamos ver los frutos de esta reunión Sinodal.

Ave María Purísima...


SS Alejandro IX.
Siervo de los Siervos de Dios.