Queridos hermanos,
Hoy se cumplen ocho años de la partida a la Gloria Eterna de
San León XIV. Hoy es un día de gran congoja para todos los que acompañamos a Su
Santidad, de Venerable y Gloriosa Memoria en aquellos años enlos que, primero
como hermano lego, luego como sacerdote y obispo luchó por la unidad de la
Iglesia. Finalmente, fue elevado al Sumo Pontificado terminando con la vacancia
que se prolongó desde la muerte de San Pío XII.
Hoy recordamos al Papa San León XIV. Estamos aquí, reunidos el
Sínodo de Mar del Plata. Pensamos ¿Qué hubiera hecho él de no haber partido a
los brazos de Dios? ¿Qué decisiones hubiera tomado? ¿Cómo habría podido
enfrentar a los peligros que se cernían sobre la Iglesia Católica Remanente en
un momento tan particular?
El cisma, la amenaza de un desgarramiento terrible y mayor
era evidente. ¿Recuerdan el Concilio de Moreno, cuando sin ninguna
autorización, hombres malignos se apoderaron de él y empezaron a promulgar, sin
autorización del Santo Padre, enfermo y convaleciente, documentos y documentos?
Dios no permitió que León XIV con su fragil salud tuviera
que ver ni vivir aquí, en este mundo, los terribles males que se cernían sobre
la Iglesia, por eso lo llevó. León cumplió su misión: ser el primer Papa luego
de décadas, ordenar sacerdotes, consagrar obispos, crear cardenales. Preparó el
camino para lo que estamos viviendo hoy.
Sabemos y sabemos muy bien, mis queridos hermanos, hoy todos
congregados en este sínodo, que él Intercede por Nosotros y por la Iglesia
Católica Remanente. Seamos dignos continuadores de su legado.
¡Ave María Purísima!