En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Amén.
Muy queridos Patriarcas, Cardenales, Obispos, sacerdotes y fieles de la Santa Iglesia Católica, Paz y Salud en el Nombre de Cristo.
Es para Nos, un gran honor poder estar hoy aquí, entre todos ustedes celebrando el cuarto año de la restauración de la Cátedra de San Pedro. Restauración que se hizo desde el exilio y con el concurso de muchos de ustedes que, llegados desde las tierras lejanas respondieron al llamado de la que por entonces era una pequeña congregación de sacerdotes católicos a los cuales, los “líderes” del “tradicionalistamo” veían con desconfianza y sorna.
¿Por qué ustedes vinieron a Argentina en el año 2006? ¿Por qué muchos se pusieron en gastos, no solo económicos, sino de energía, de esfuerzo, para llegar aquí, escuchando la voz de unos pocos hombres que les proponían lo mismo que otros tantos en derredor del mundo? ¿Acaso no se había oído en 1994 el llamado de los conclavistas de Asís? ¿Acaso en 1989 en Kansas no se había llamado a elegir a un Papa? ¿Y que fue del cismático y herético Lucian Pulvemarcher, el tristemente recordado “Pío XIII” que murió hace poco en pleno desconocimiento?
Nos creemos que lo que ocurrió fue que realmente operó el Espíritu Santo en ustedes. Creemos que realmente que Dios movió vuestros corazones para que el dolor de la Iglesia llegara a su fin.
Ustedes no solo respondieron al llamado de los Padres de la Orden de Nuestra Señora de la Compasión… ustedes respondieron al llamado del Señor. Y por ese llamado serán defendidos por Jesucristo el día del Juicio. Ustedes salvaron a la Iglesia de la más grande de todas sus crisis, de la peor de las calamidades. Ustedes, Carísimos hermanos salvaron a la Iglesia.
No es fácil para Nos, hoy poder recordar sin una sonrisa aquellos tiempos. ¿Quién no se alegra por tantas maravillas? “Días de gloria” había dicho Monseñor Erich Müller-Kessler a todos los congregados poco antes de la última votación. “Días de Gloria” repetimos ahora todos.
Pero también aquella elección fue una muestra de lo que debería ser la Iglesia de una vez y para siempre, de la importancia que tiene el accionar de los obispos, de los sacerdotes y de los laicos. Nunca más la Iglesia pasará tanto sin que los que deben hacer algo lo hagan.
Queremos en este momento tan especial, en el que todos ustedes están aquí presentes en renovar nuestro compromiso con Dios y con la Iglesia que dirigimos como indigno vicario de Cristo: es el compromiso de la plena restauración: de la jerarquía, de los sacramentos, de las instituciones de la Santa Iglesia Católica. Hoy, más que nunca, a cuatro años de distancia podemos ver que hemos salido airosos de todas las pruebas que el Señor puso en nuestro camino. Hemos superado intentos de cismas, de pervertir la verdadera doctrina. En estos casos, guiados por el Espíritu Santo conseguimos mantener la unidad de la Iglesia que se manifiesta en la figura del Santo Padre como ministro de esa unidad. En la medida de lo posible, cuando estuvo el peligro de la separación o la ruptura, lo cual no era sino otra espada en el corazón herido de Nuestra Madre, Nos, Alejandro IX hemos decidido personalmente intervenir, a fin de escuchar los reclamos de la minoría… si esos reclamos eran justos, si esos pedidos no eran contrarios a la Fe o la Moral los hemos aceptado… pero cuando supimos que eran obras provenientes de Satanás respondimos con dureza.
Hace poco, con ustedes visitamos el antiguo Palacio Apostólico de Moreno… Hoy ocupado por la infame secta autodenominada “Los Padres de Moreno” y que reclaman el título de “Orden de Nuestra Señora de la Compasión”. Nos revisamos en nuestra memoria a aquellos que tanto hicieron por el conclave, aquellos que colaboraron en la Curia desde los primeros días, aquellos que, convocado el fallido Sínodo de Moreno trataron de defender la Fe, cuando la salud de Nuestro Amado Predecesor, el Bendito León XIV flaqueaba… ¿No estaba el Obispo Claudio entre los primeros? ¿No fue acaso él quien hiciera callar a aquellos que intentaron sesionar cuando Nosotros estabamos atendiendo al agonizante Santo Padre? ¿No fue él quien nos advirtió sobre cierto sacerdote que deseaba “ingresar” a nuestra Iglesia?
Por eso la excomunión a los “Padres de Moreno” fue tan dolorosa… y más doloroso es aún saber que en aquel Palacio y en aquella amada Iglesia hoy se celebra una Misa Ilícita y profana contraria a Nuestra Voluntad, y por consiguiente desagradable a Dios.
Hace algunos días, siguiendo la solicitud que nos enviara un grupo de sacerdotes y obispos, así como de queridos laicos de varios puntos Argentina, Nos, enviamos al Obispo Claudio una carta solicitandole inicie negociaciones con la Santa Sede. Estas personas que nos pidieron con grandes muestras de piedad una solución favorable son personas que conocieron al por entonces Monseñor Claudio de la Compasión. Nos hemos cumplido la promesa… ¡Pero hoy, aún cuando le invitamos mostrar sus deseos de volver a la Unidad de la Santa Iglesia EL NOS HA INSULTADO CON SU AUSENCIA! ¡ASÍ NOS PAGA! ¡ASÍ PAGA A LOS FIELES, A LOS SACERDOTES Y A LOS OBISPOS QUE HAN PUESTO EN JUEGO SU REPUTACIÓN ANTE EL SANTO PADRE!
Es por eso, Hermanos Carísimos… por eso… no somos Nos quien separa, somos Nos quien Une en la Iglesia… y ese símbolo de la unidad es el que ustedes, Nosotros, todos nosotros hemos reconstruido de una vez y para siempre el 24 de marzo del año 2006.
En virtud de ello, es que quiero anunciar a todos vosotros que Nos, Alejandro IX, por la autoridad que me confiere Cristo como su Vicario, instituimos el día 24 de Marzo como fiesta mayor, como Fiesta de la Restauración de la Silla Apostólica.
¡Carísimos en Cristo! Solamente me queda una cosa por pediros: Seguid rezando por el Santo Padre, Rezad por la Iglesia, rezad para que Nos podamos continuar el camino con esta Cruz y que todos vosotros seaís firmes, en la Fe.
En Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…