domingo, 25 de diciembre de 2011

Mensaje de Navidad de Su Santidad Alejandro IX


MENSAJE DE NAVIDAD 
DEL AÑO 2012 DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
DADO POR 

SU SANTIDAD ALEJANDRO IX
SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS
A TODOS AQUELLOS QUE ESTÁN EN PAZ Y COMUNIÓN 
CON LA 
SANTA SEDE APOSTÓLICA EN EL EXILIO






Queridos hermanos,

Hoy, como dice el Santo Evangelio nos ha nacido un Niño. Este Niño que nos ha nacido es el mismo Dios que se recubre de naturaleza humana, que ha venido a este mundo a vivir con nosotros para sufrir la brutal muerte de la Cruz a fin de reconciliarnos con el Padre. Nos ha nacido un Niño, pero como no había lugar para ellos en el albergue la Virgen debió dar a luz en un pesebre, en un establo. ¿Cuántas veces hemos leído estos pasajes? ¿Cuántas veces realmente reflexionamos sobre su significado y los hemos aplicado a nuestra vida cotidiana?

La Sagrada Familia, inmensamente rica por estar inefablemente unida a Dios sin embargo estaba rodeada de pobreza, pero eran felices porque les había nacido un Salvador. Al igual los pastores de Belén, pobres que se alegraron al oir que había llegado el Mesías. Lamentablemente en nuestra Iglesia hay quienes anteponen la pobreza a las acciones, hay quienes se quejan cada día, en cada carta, en cada comunicación con el Santo Padre de las “dificultades económicas” de tal o cual comunidad, de tal o cual diócesis, de tal o cual parroquia, como si lo único que importara fuera lo material. Y hoy, queridos hermanos, la navidad se ha convertido en un juego de mercado. ¡Ved los negocios y los comercios! Una luz que nos ciega nos invita a comprar como si lo único que importara fuera el vil tráfico. El mundo moderno, hedonista, alejado de Dios, dominado por los Enemigos de Cristo, en el cual los deicidas se reproducen cada día, los que se escandalizan de la encarnación y de la Crucifixión han deformado el sentido de la navidad. Empero Nos, los Católicos, debemos estar unidos, como la Sagrada Familia en el Pesebre a Dios, Ominipotente Creador, Señor absoluto.

Como cada año, Nos, aprovechamos para hacer algunas reflexiones sobre la Iglesia, su estado, sus necesidades en esta fecha. Quisiera brevemente hacer algunas puntualizaciones.
Siempre llegan a nuestras manos solicitudes extremas, muchas veces de los más fieles de entre los miembros de la Iglesia Militante, aquellos que han dado muestras de gran fidelidad y gran celo por la Iglesia de Dios. En algunas oportunidades, estas solicitudes aspiran a que Nos, Alejandro IX castiguemos con exceso la tibieza de algunos. Sin embargo, es el Señor Jesucristo quien vomitará de su boca a los tibios (Apoc III, 16) en su momento debido y Nos, su Vicario, no podemos ni debemos excluir de los sacramentos a aquellos cuyas actitudes hayan sido ambiguas en cierto momento y que luego solicitaron reconciliación e intentaron reparar el mal.

Grave error y peligro el nuestro podría ser comenzar a expulsar de la Iglesia Católica, movidos por nuestro capricho a quienes consideramos “tibios”. Ese fue el error de Novaciano y también el origen de la secta donatista. Normalmente no son estas cosas que se traten en los mensajes de Navidad, empero movidos por la urgencia y deseosos de tranquilizar a aquellos cuyo pecado mueve la conciencia y que aún no se han perdonado a sí mismos queremos dar pública respuesta a la iniciativa que nuestro muy amado y querido Cardenal Giovanni Garbini intentó, movido por el celo de las cosas divinas, llevar adelante como una carta firmada por él y por otros cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes que solicitaban la excomunión de aquellos que, en los momentos más duros de este año traicionaron al Cuerpo Místico de Cristo, insultaron la Silla de Pedro y a su Vicario, pusieron dudas sobre los Príncipes de la Iglesia e incluso causaron escándalo entre los fieles, perjudicando enormemente a la Iglesia de Dios. El querido y amado Cardenal Garbini, entonces, en su carta dirigida a Nos y firmada por muchos de los Príncipes de la Iglesia solicitaba a Nos la excomunión de una serie de personas que actualmente no son de nuestra plena confianza. Sin embargo, Nos, Alejandro IX, Siervo de los Siervos de Dios, declaramos que es una hipótesis erronea ya que la comunión con la Iglesia no se basa en el entendimiento y buen ánimo con el Santo Padre sino en la fidelidad a Cristo y el amor a Dios por sobre todas las cosas, así como al prójimo, en cumplir con el Evangelio y ser fieles a la Tradición, así como el estar sometidos a la Santa Sede. No corresponde al santo Padre romper la comunión con una persona por no ser de su agrado, sino únicamente por su infidelidad la la Fe y a Cristo Nuestro Señor. Aquel que traiciona a Cristo, tal como lo hizo el Beatísimo Pedro, más se arrepiente, no puede ser contado entre los impíos, como si ocurrió con Judas Iscariote, quien desesperó y por eso fue condenado al Fuego Inextinguible. Nos, por nuestra parte, queremos hoy llamaron a todos vosotros al entendimiento, a la comprensión y también al perdón mutuo. Nuestro Señor dijo en el Sermón de la Montaña que así como nosotros perdonemos a nuestros deudores, seremos perdonados, de la misma manera que debemos rezar y pedir el bien para aquellos que nos hacen el mal (Lc VI, 27-36), porque debemos ser misericordiosos como lo es el Padre, porque si Dios, que es omnipotente, eterno y perfecto decidió salvar al linaje de Adán, cuya naturaleza quedó derruida con el Pecado ¿Qué derecho tenemos en cerrar las puertas de aquellos que, arrepentidos, vuelven a la Casa del Padre? Antes bien, celebremos por aquellos que estaban muerto y que han vuelto a la vida (Lc XV, 24).

Corresponde además dar cuenta a todos vosotros, carísimos hermanos de hermosos sucesos relacionados con lo anteriormente dicho. La Santa Iglesia Católica ha recibido a los llamados “Padres de Moreno” en su seno y hoy se encuentran aquí, con nosotros en la Santa Sede en el Exilio para celebrar la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Monseñor Claudio María de la Compasión ha sido restablecido en la Orden de Nuestra Señora de la Compasión y los obispos que él consagró recibieron de Nuestras propias manos la bendición luego de que juraron lealtad absoluta al Sucesor de San Pedro. Hoy, estos obispos son comisionados para llevar el Evangelio a Tierras lejanas, algunas que jamás escucharon la Verdad y que no conocen a Dios. Estos hombres, que solicitaron ingresar a la Iglesia como meros laicos, sin pedir prerrogativas ni honores, profundamente dolidos por su culpa, pero que insistieron en que deseaban ser hijos fieles de la Iglesia se sientan a nuestra mesas como los amigos que son. No podemos dejar de mencionar la enorme labor que realizó nuestro muy amado hermano, el Cardenal Emilio Javier de la Compasión, quien llevó adelante las negociaciones que bien pronto reconocimos que era meramente canónicas y pastorales, ya que entre ellos y Nos no había diferencia dogmática. También el Cardenal Alexander de la Compasión, Prefecto del Santo Oficio y que ha realizo un largo viaje por Centroamérica, visitando nuestras pequeñas diócesis ha colaborado con nuestro Secretario de Estado en estas labores.

El fracaso de las conversaciones con los sedevacantistas era esperado por algunos Cardenales. Sin embargo, quiero insistir en la enorme y hermosa labor que la comisión al efecto ha realizado. Ellos buscaron la unidad en la Verdad y por eso recibirán su recompensa, empero, los modernos quietistas, que ni intentan siquiera convertir a nadie, conocerán la Justicia del Señor. La Iglesia de Dios es Madre y Maestra, acoge a los descarriados, llama a los perdidos porque esa es la misión que Dios le encomendó. Nos, Alejandro IX, Siervo de los Siervos de Dios puedo deciros hoy que hemos iniciado conversaciones con otros grupos “tradicionalistas”, incluso con el recientemente consagrado David Bawden quien se proclama “Papa Miguel I” con el objeto de una agenda común, porque deseamos que el Cisma de los Tradicionalistas termine y todos puedan estar reunidos en derredor del Altar de Dios.

Finalmente debemos mencionar el dolor que sentimos por la grave situación de los palmarianos que han salido de la Iglesia. De la Iglesia que es Luz, la Luz que habitó entre nosotros. Tenemos dos opciones, carísimos. O abandonamos a Cristo y nos sumimos en la obscuridad o nos aferramos al Hijo de Dios que ha nacido y nos elevamos de nuestra miserable condición humana. Hoy, especialmente hoy quiero invitaros a todos vosotros a orar a para que Cristo, quien siendo inmensamente rico se hizo pobre nazca en nuestros corazones y nos llene de Gracia.

Ave María Purísima.